Nuestro
maestro nos pareció siempre un dechado de recia fortaleza, un paraíso de
inteligencia y un cielo de humanidad. Filósofo y poeta, lo tenía todo. En estos
versos nos levanta un pliegue de su alma y permite que nos asomemos a lo que él
llamaba su “instancia”, equilibrio de armonías interiores.
ARMONÍAS INTERNAS
con música de oro.
Una luz muy blanca
se rompe en el prisma
de cristal del ser.
Y brotan cadencias,
en raudal de
limpias transparencias;
y en lluvia de rosas,
de luz matinal
florece el querer.
Hay firme equilibrio
dentro de la instancia
que produce el gozo,
de un suave reposo,
pero vertical.
Ya la circunstancia
es poco o es nada.
El alma dorada
toda la luz guarda
dentro del fanal.
Las líneas del alma
ríen armonías,
y en las energías
hay ritmo de calma.
A veces las risas
florecen cornisas,
pero sin alardes.
Y la llama que arde,
de la intermitencia,
es una existencia
igual,
como candelabros
de ángeles alados
en los azulados
cielos de la esencia
del ser inmortal.
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