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69. El Universo y el hombre


    
      
15. LOS AGUJEROS NEGROS (II)

Subramanian Chandrasekhar.
Otro precursor del concepto de lo que posteriormente se conocería como “agujeros negros” fue el físico Subramanian Chandrasekhar (1910-1995), nacido en Lahore (India). Consiguió una beca para hacer el doctorado en Cambridge.
En el desarrollo de sus investigaciones dedujo que las estrellas llamadas enanas blancas –el núcleo que le queda a una estrella una vez acabado su ciclo–, si superaban una masa de 1,44 la masa actual de nuestro Sol, se colapsarían y se derrumbarían sobre sí mismas. Este valor lo calculó cuando sólo tenía 19 años, en 1930. Curiosamente, estas deducciones las realizó durante el largo viaje en tren y en barco que le llevaba hasta Inglaterra para tomar posesión de su beca.

Suernova.
Posteriormente se sabría que este colapso estelar de las “enanas blancas” desencadena las explosiones de supernova y que el núcleo que queda de esta estrella –“púlsar” o estrella de neutrones– puede seguir derrumbándose sobre sí mismo hasta convertirse en un agujero negro. Pero la deducción del límite de densidad de la masa de las “enanas blancas” y su colapso era demasiado novedosa y vanguardista para aquella época, década de los años 30. Cuando presentó sus resultados ante la Royal Society en 1935, Sir Arthur S. Eddington (1882-1944), el más célebre astrónomo británico, los objetó violentamente, alegando que Chandrasekhar había hecho un uso erróneo de la mecánica cuántica, y que su planteamiento era absurdo.
Arthur S. Eddington.
Arthur S. Eddington tenía una gran relevancia social. Él fue quien lanzó a la fama a Einstein, al comprobar en 1919 durante un eclipse de Sol, que los postulados de la teoría de la relatividad estaban en lo cierto.
Chandrasekhar abandonó Inglaterra –que le cerró todas las puertas a raíz del incidente– y se trasladó a Estados Unidos, donde llegó a ser uno de los astrofísicos más respetados e influyentes del mundo. Sus aportaciones sobre las “enanas blancas” se conocen como límite de Chandrasekhar.
Satélite Chandra.
Al final, el tiempo le dio la razón y sus hallazgos fueron aceptados universalmente. Su legado científico no solo se reconoció con el Nobel, recibido en 1983 –más de cincuenta años después de su genial descubrimiento–, sino que además la NASA lanzó un telescopio espacial que lleva su nombre: el Observatorio de rayos-X Chandra. Fue lanzado en 1999, pocos años después de su muerte. Parecía hecho a propósito, puesto que Chandra significa “luna” en sánscrito.

Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo








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