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66. Aves en Delibes


                
Las aves en la obra de Miguel Delibes
EL ALCOTÁN
 
 
 
El alcotán es uno de esos pájaros que conforman la sabiduría popular. El alcotán tiene nombre de origen árabe hispano (qután) y este a su vez del árabe clásico (Qaṭām). Su canto es un grito muy agudo, como de gran lamento: kiiiii-kii-kii-kii. Como ave castellana se cuela en libros de Miguel Delibes como estos:
 
 
 
 
El alcotán palomero se cernía sobre el campanario agitando frenéticamente las alas, pero sin avanzar ni retroceder.
                                                                                                   Las ratas, p. 40.
 
Antaño en el páramo, el alcotán establecía una frontera,
los mantenía a raya.
     Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, p. 138.
 
 
El alcotán es un halcón pequeño, de alas largas, dorso es gris oscuro y cabeza muy negra. El pecho y el vientre son claros, con manchas pardo oscuro. Como los demás halcones, está especializado en el vuelo ágil y rápido y en la captura de pequeñas presas: para el vuelo veloz tiene alas cortas, estrechas y afiladas. Es ave migradora y pasa los inviernos en África, a donde viaja a primeros de octubre. Al atravesar el Peñón se le oye gritar “¡Gibraltar español!”. Regresa a la Península a principios de mayo, para buscar la zona en la que anidar. Lo mismo le da criar en pequeños bosquetes de pinos que en árboles aislados. Hace a todo. Le encanta tener vistas desde su nido con campos de cereal, praderas o humedales amplios para cazar con mayor facilidad. De saber leer, se sentaría a la puerta de su nido los domingos por la mañana después de misa a ojear las vistas y a hojear el periódico.
Es ave que no se anda con remilgos y caza sus presas en pleno vuelo: vencejos, golondrinas, patos y limícolas pequeños… ¡Ojo! Que si tiene que remangarse y descender al suelo, lo hace y caza pequeños reptiles o micromamíferos, libélulas, saltamontes, langostas (como las de la plaga, no las otras)…
 
 
 
Historia de un alcotán

 
Gonzalo Rojas era natural de Malpica de Tajo (Toledo) y tenía una huerta que daba los mejores tomates de la provincia de Toledo. Cumplida ya la decena de años, Gonzalo cogió un pollo de alcotán cuando estaba en el nido, lo metió en una jaula y lo llevó a casa. El alcotán recibió todas las atenciones. Se le daba sobre todo carne, y el pollo fue creciendo. “El alcotán era muy simpático -contaba Gonzalo-, en casa le queríamos mucho”. Pero después de unas semanas, le dejaron la jaula abierta… y el alcotán no se fue. Se posaba en el hombro de Gonzalo y en el de Eufemia, la madre de Gonzalo. Entraba y salía de la jaula y de la casa de la familia de Gonzalo. Un día, Gonzalo se lo llevó al campo y lo soltó. Todavía vino algunas veces a la casa, pero un día ya no volvió más. ¿Se adaptó el alcotán a la vida salvaje? Gonzalo siempre se quedó con esta idea.
  

                                                                                   JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor especialista en Miguel Delibes
                                                          

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