Las aves en la obra de Miguel
Delibes
EL ALCOTÁN
El alcotán
es uno de esos pájaros que conforman la sabiduría popular. El alcotán tiene
nombre de origen árabe hispano (qután)
y este a su vez del árabe clásico (Qaṭām). Su canto es un
grito muy agudo, como de gran lamento:
kiiiii-kii-kii-kii. Como ave castellana se cuela en libros de Miguel Delibes
como estos:
El alcotán palomero
se cernía sobre el campanario agitando frenéticamente las alas, pero sin
avanzar ni retroceder.
Las ratas, p. 40.
Antaño en el páramo, el alcotán establecía una frontera,
los
mantenía a raya.
Cartas de amor de un
sexagenario voluptuoso, p. 138.
El alcotán es un halcón pequeño, de alas
largas, dorso es gris oscuro y cabeza muy negra. El pecho y el vientre son
claros, con manchas pardo oscuro. Como los demás halcones, está especializado
en el vuelo ágil y rápido y en la captura de pequeñas presas: para el vuelo
veloz tiene alas cortas, estrechas y afiladas. Es ave migradora y pasa los inviernos
en África, a donde viaja a primeros de octubre. Al atravesar el Peñón se le oye
gritar “¡Gibraltar español!”. Regresa a la Península a principios de mayo, para
buscar la zona en la que anidar. Lo mismo le da criar en pequeños bosquetes de
pinos que en árboles aislados. Hace a todo. Le encanta tener vistas desde su
nido con campos de cereal, praderas o humedales amplios para cazar con mayor
facilidad. De saber leer, se sentaría a la puerta de su nido los domingos por
la mañana después de misa a ojear las vistas y a hojear el periódico.
Es ave que no se anda con remilgos y caza sus
presas en pleno vuelo: vencejos, golondrinas, patos y limícolas pequeños… ¡Ojo!
Que si tiene que remangarse y descender al suelo, lo hace y caza pequeños
reptiles o micromamíferos, libélulas, saltamontes, langostas (como las de la
plaga, no las otras)…
Historia de un alcotán
Gonzalo
Rojas era natural de Malpica de Tajo (Toledo) y tenía una huerta que daba los
mejores tomates de la provincia de Toledo. Cumplida ya la decena de años,
Gonzalo cogió un pollo de alcotán cuando estaba en el nido, lo metió en una
jaula y lo llevó a casa. El alcotán recibió todas las atenciones. Se le daba
sobre todo carne, y el pollo fue creciendo. “El alcotán era muy simpático -contaba
Gonzalo-, en casa le queríamos mucho”. Pero después de unas semanas, le dejaron
la jaula abierta… y el alcotán no se fue. Se posaba en el hombro de Gonzalo y
en el de Eufemia, la madre de Gonzalo. Entraba y salía de la jaula y de la casa
de la familia de Gonzalo. Un día, Gonzalo se lo llevó al campo y lo soltó.
Todavía vino algunas veces a la casa, pero un día ya no volvió más. ¿Se adaptó
el alcotán a la vida salvaje? Gonzalo siempre se quedó con esta idea.
JORGE URDIALES YUSTE
Doctor
en periodismo. Profesor especialista en Miguel Delibes
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