CENTENARIO
DE LA MUERTE DEL CARDENAL FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS,
1436-1517
Muerto Fernando el
Católico y a la espera de que llegase de Flandes su nieto Carlos para tomar
posesión del Reino, la nobleza castellana no se mostraba muy conforme con que el cardenal Cisneros asumiera la Regencia, según la última voluntad del Rey en
su testamento.
El Cardenal, ante el
conato de rebelión, como los nobles más reticentes le preguntaran cuáles eran
sus poderes, les mostró por la ventana de su despacho los cañones previamente
colocador en el patio central y señalándoles, respondió: “Estos son mis poderes.”
III Cisneros humanista
y hombre de Estado
Aparición de la
imprenta
En los primeros años del siglo XV, se imprimían ya naipes y
estampas religiosas sobre grabados en madera entintados, pero fue Johannes Gutenberg, (C. 1400-1468),
quien perfeccionó todas estas aplicaciones de origen oriental y quien supo
agilizar las técnicas para usarlas y fijarlas en lo que hoy llamamos imprenta.
La aparición de libros
impresos favoreció mucho la difusión de obras doctrinales y morales y esto,
a su vez, estimuló el movimiento reformista dentro de la Iglesia española con
bastante anterioridad al concilio de Trento (1545-1563).
En 1449 o, según otros,
en 1473, (pues el impresión debió esperar unos años a la puesta en marcha de la
producción de papel), se publicó el “Misal
de Constanza”, primer libro tipográfico impreso. En todo caso en 1452
comenzó la edición de la llamada “Biblia
de Gutenberg”.
El primer libro impreso editado en España, se editó en
Valencia en 1488: ”Les obres e trobes en
lohors de la Verge María”. Con 45 trovas.
En Castilla, empezaron los trabajos de impresión hacia 1470
en Segovia, donde se publicó “El Sinodal
de Águilafuente” en 1472 y en Burgos desde 1473, igual que en Salamanca,
Valladolid, Sevilla y otras ciudades. Hasta un total de 26, contaban con
tipógrafos locales hacia 1473. En
Barcelona, se editó el “Fori Aragonum” en 1477.
El inicio de la
imprenta fue una adaptación de la prensa de uvas a la presión del papel sobre
un bastidor compuesto por letras metálicas que reproducían el original copiado.
En el día de hoy conservamos unos 3.000 incunables, (libros
impresos durante la segunda mitad del siglo XV). Los primeros libros se imprimían con caracteres
góticos y a partir de 1501, se usaron los itálicos.
La nueva técnica impresora favoreció muchísimo la divulgación
de obras sobre la doctrina y moral cristiana, sobre todo las publicadas en
lengua vulgar o romance, pues, aunque caras, tuvieron rápidamente una gran
difusión entre los fieles iniciados en la lectura.
Las bibliotecas de la
alta nobleza en Castilla
La realeza, los monasterios y la alta y media nobleza fueron
los primeros y casi únicos compradores de los nuevos libros impresos. Su
cuidada y rica encuadernación encarecía más aún su precio.
Sabemos por distintas escrituras que la reina Isabel la
Católica, en su biblioteca del Alcázar de Segovia, contaba con 200 libros, en
1503. La biblioteca del primer conde de Oropesa, contenía 43 ejemplares, en
1504. La del duque de Medinaceli llegaba hasta los 230 en 1507 y la del marqués
de Priego pasaba de los 300 en 1518.
Pero también nos consta, por afirmarlo en su libro “Libro de la Vida” que Teresa de Jesús,
en sus años jóvenes, hacia 1525, era muy aficionada a leer los libros de
caballerías: “Yo comencé a quedarme en
costumbre de leerlos […] y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del
día y de la noche en tan vano ejercicio […]. Era tan en extremo lo que en esto
me embebía que si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento (V 2, 1). Su madre era también muy inclinada a los libros
de caballerías. No así su padre que les recriminaba esta afición.
Y la familia de
Teresa de Jesús se correspondía con una nobleza media, lo que nos puede
orientar sobre la rápida difusión del libro en este siglo.
Edición de la Biblia
Políglota de Cisneros
La publicación de libros por las nuevas técnicas impresoras,
tuvo también sus preferencias y por este orden: libros de rezo, de doctrina y
moral cristina. Libros de teología y de
filosofía. Libros de literatura castellana, italiana y catalana. Libros
de caza. Libros de alquimia, astrología, cosmografía, viajes, gramaticales y libros de caballerías: las
novelas de entonces.
Francisco Jiménez de Cisneros, conociendo el gran porvenir
reservado a la imprenta en la difusión de conocimientos e ideas, intervino muy
pronto en la novedad impresora favoreciendo
la impresión de libros como “El “Libro
de Agricultura”, de Gabriel Alonso de Herrera, impreso en 1513 y que
recogía el saber de los agricultores
toledanos, de los moriscos granadinos y de otros varios.
Pronto el departamento de lenguas clásicas y bíblicas de la
Universidad Complutense fundada por Cisneros, formada por los más insignes
filólogos del momento, animados y apadrinados por el propio arzobispo toledano,
empezaron los trabajos para la preparación de una edición monumental y muy especial
de la Biblia, en 4 idiomas: hebreo, caldeo (arameo), griego y latín: la llamada
“BIBLIA POLÍGLOTA DE CISNEROS” conocida
también como “BIBLIA COMPLUTENSE”.
Fue una hazaña tipográfica importantísima, hecha por expertos
como Alonso de Alcalá y Alfonso Zamora,
hebraístas, Demetrio Ducas y Hernán Núñez, helenistas, Juan de Vergara y
Arnoldo Guillén de Brocar y gramáticos, como Antonio Nebrija.
Entre complejísimas dificultades técnicas de impresión, se
fueron publicando los 6 volúmenes, entre 1514 y 1517.
La
edición, dirigida por Arnoldo Guillén de Brocar, costó 50.000 ducados y solo un
mecenas tan rico, espléndido y culto como el cardenal Francisco Jiménez de
Cisneros podría apadrinarla.
El sencillo diseño de sus limpios y bellos tipos, la
admirable maquetación, la extraordinaria corrección tipográfica, la esmerada
estampación y la intensísima y lúbrica tinta negra, hizo de la Biblia Políglota
Complutense una de las obras más bellas del siglo XVI.
El Papa León X,
autorizó su publicación en 1520. De esta Biblia se hicieron 600 copias que se
distribuyeron a partir de 1522. Por lo tanto, el cardenal Cisneros no llegó a
verla editada. Hoy se conservan en diversas bibliotecas unos 120 ejemplares.
De los 6 volúmenes que
componen la Biblia Políglota de Cisneros o Complutense, 4 corresponden al Antiguo Testamento y 2 al
Nuevo. Cada página está dividida en columnas y cada columna se corresponde con
un idioma. En el Pentateuco, se añade
además el texto en arameo y su traducción directa al latín en la parte inferior
de la página. El volumen 6º contiene diccionarios de hebreo y arameo.
Hombre de Estado y regente
del Reino
El cardenal Cisneros sintonizó muy bien con la reina Isabel
la Católica, pero, en cambio, no tan bien con Fernando el Católico, a quien con
todo, siempre defendió, respetó y acató por razones de Estado.
Y es que ante todo el cardenal Cisneros era un hombre de Estado y puso en el eje de su
acción política, el bien del reino como razón suprema, en lo que coincidía al
ciento por ciento, con el rey Fernando y la
reina Isabel.
Por su parte Isabel, siempre tuvo con su confesor y arzobispo
la mejor sintonía personal. Su consorte Fernando, no, pero, en cambio, tenía la
total seguridad de que Cisneros era un hombre en quien se podía confiar
plenamente, que no tenía otro norte ni otro interés que el mejor servicio de la
corona y del reino. Siempre confiaron mutuamente el uno en el otro, sabiéndose
poderosos los dos, cada uno a su manera y acaso por eso mismo, obraron siempre
como buenos aliados en lo concerniente
al bien del Estado.
Así actuó Cisneros a la muerte de Isabel (1504), cuando
consiguió firmar la llamada “Concordia de
Salamanca” con Felipe el Hermoso, en 1505.
Cuando luego murió Felipe
I el Hermoso, en 1506, Cisneros presidió el Consejo de Regencia de Castilla. Se impuso a la nobleza y aguantó
los conatos de insubordinación que se
produjeron en el reino, hasta que Fernando el Católico volvió de Nápoles, donde
estaba luchando por mantener sus derechos.
En aquella ocasión el rey Fernando premió su fidelidad y sus
servicios consiguiendo que el Papa Julio II le nombrara cardenal de la Santa
Madre Iglesia (17 de mayo de 1507).
Por las mismas razones
de Estado, no dudó el arzobispo de Toledo en financiar con sus
rentas la conquista de Mazalquivir, (1507), en el norte de África y dirigió
personalmente el ataque y conquista de Orán dos años más tarde (1509), que en
adelante dependió de la diócesis de Toledo. Estas plazas y territorios africanos,
hasta su conquista, habían sido un
refugio de piratas moriscos que asolaban el Mediterráneo.
En enero de 1516, cuando falleció el rey Fernando el Católico, dejó en su
testamento el nombramiento del cardenal Cisneros como regente del reino, hasta
que llegara a España su nieto y sucesor Carlos I, a la sazón en Flandes,
terminando su formación y adolescencia.
Un año después, en agosto de 1517, urgiendo al futuro rey Carlos I la necesidad
de su presencia en España, emprendió el camino para ir a su encuentro al puerto
de Tazones, (Asturias), donde había desembarcado. Sentía la imperiosa necesidad
de ponerle personalmente al día de los asuntos más urgentes de la corte.
Cisneros, había cumplido ya los 81 años de edad y se encontraba enfermo. Le faltaba todavía sufrir
determinados desplantes por parte de Carlos I, que sin conocer de cerca la
situación de la corona española y mal aconsejado por los nobles flamencos y
algunos españoles que le rodeaban, desautorizaba por carta frívolamente algunas
sabias disposiciones del cardenal.
Cisneros era temido por la corte palaciega flamenca, pues
conocían la recia personalidad del cardenal Regente y temían las consecuencias
personales que podrían derivarse para ellos tras el encuentro personal
entre Carlos y el Regente. Por ello la
corte que le rodeaba retrasó cuanto pudo este encuentro.
Desde que Carlos I desembarcó
en Tazones el 19 de septiembre de 1517 tardó mes y medio en llegar a
tierras vallisoletanas… El 4 de noviembre Carlos visitaba a su madre, la reina
Juana, en Tordesillas.
La primera cita para verse con el Cardenal-Regente se fijó,
primero en Valladolid, después se avisó
a Cisneros de que el encuentro sería en Mojados… No llegaron a conocerse, el cardenal
Francisco Jiménez de Cisneros, regente del Reino, murió en Roa, (Valladolid)
el 8 de noviembre.
Su cadáver fue transportado a la Universidad de Alcalá de
Henares, que él había fundado y dotado con tanta generosidad e interés y fue
enterrado en la capilla del Colegio Mayor de San Ildefonso el 15 de noviembre
de 1517.
“Yazgo ahora en este exiguo
sarcófago. Uní la púrpura al sayal, el casco al sombrero. Fraile, Caudillo,
Ministro, Cardenal, junté sin merecerlo la corona a la cogulla cuando España me
obedeció como a rey”. (Epitafio redactado por Juan de Vergara, amigo
de Cisneros y discípulo de Erasmo).
Este bellísimo sepulcro del cardenal
Francisco Jiménez de Cisneros, es obra
de Domenico Fancelli y Bartolomé Ordoñez. A finales del siglo pasado, sus
restos fueron trasladados a la girola de la catedral de Alcalá, donde
actualmente descansan.
La bellísima sepultura renacentista fue erigida después de su
muerte y en contra de la voluntad expresada en su testamento, en el que
manifestó su deseo “de ser
enterrado con la sencillez y austeridad propia de la orden de San Francisco”.
Hoy, en el
quinto centenario de la muerte de Francisco Jiménez de Cisneros, ilustre cardenal, arzobispo de Toledo y regente de los Reinos de Castilla y de
España, recordamos y celebramos su ejemplar conducta de hombre consagrado, su talante generoso de mecenas
espléndido y su acrecentada honradez,
sabiduría y prudencia como hombre de estado,
cuyos intereses puso siempre por encima de toda otra consideración
particular.
JOSÉ MANUEL
GUTIÉRREZ BRAVO
Maestro, doctor en Historia,
exdirector de la Universidad Laboral de Toledo
Villanueva de la Peña, 30 de septiembre de 2017
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