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62. EC Delibes

     

EL CAMINO

Miguel Delibes no iba para escritor. Siguiendo los pasos de su padre, había estudiado en la Escuela de Derecho y Comercio de Valladolid. Pero un buen día su mujer le animó a escribir una novela y presentarla al premio Nadal. Presentó La sombra del ciprés es alargada y ganó el premio un 6 de enero de 1948. Su segunda novela se tituló Aún es de día, muy por debajo de la altura que luego alcanzarían Los santos inocentes o Diario de un cazador. Cuando se puso a escribir El camino Delibes sabía que quizá era su última oportunidad para consagrarse como escritor. O definitivamente alcanzaba el éxito o tendría que conformarse con ser un escritor más. Y Miguel Delibes cambió su estilo, dejó de pensar en el qué dirán y escribió de otra manera, más fresca, con oraciones más cortas, desembarazándose de un cierto estilo barroco que hasta entonces le había acompañado. Comenzó a ser la voz de los campesinos, de la gente de los pueblos. Escribió El camino redactando tal y como la gente rural hablaba. En tres semanas lo concluyó y en 1950 se publicó este libro de indudable éxito. Los que investigamos a Delibes decimos que con El camino don Miguel encontró su propio camino.
De pocas páginas y fácil lectura, El camino repasa las aventuras y desventuras de un niño al que su padre le ha condenado a “progresar”. La última noche en el pueblo antes de marchar a la ciudad a estudiar interno en un colegio, Daniel, el Mochuelo, repasa los acontecimientos más importantes que le han sucedido en su aldea de Cantabria y en el valle que la arropa.

Su padre, como comentaba, quiere que su hijo progrese y no sea un pobre quesero como él. Tiene Daniel once años. Va a dejar el pueblo cántabro en el que nació y vive, en la Castilla que se asoma al mar por Santander. Es un niño despierto, capaz de asombro, que todo lo encuentra nuevo, su curiosidad es insaciable. Uno de sus amigos, Germán, el Tiñoso, que acaba de morir, le puso el apodo por el que se le conoce en el pueblo, el Mochuelo, pues “lo mira todo como si le asustase” . Roque, el Moñigo, es el otro amigo de infancia y peripecias. Ha asistido hasta ahora a la escuela del lugar. Es conocido de todos y conoce a todos en el pueblo. Por su mente, ahora, van a desfilar cuarenta personas de su pueblo, cada una con su personal carga rural. El novelista ha distribuido en veintiún capítulos la materia de su narración que cruza no sólo por la mente sino también por el corazón de Daniel: una sucesión de anécdotas y recuerdos, un paisaje rural, la vida de su pueblo, la duda de que para progresar deba abandonarlo, el misterio de la vida y de la muerte, el valor de la amistad y de la cercanía, los encantos de la naturaleza y de la infancia... Todo dentro del marco rural del que no ha salido en once años.



Daniel esta noche no se ha dormido pronto, como otras. Se revuelve en el lecho, los muelles de su camastro chirrían: “Daniel, el Mochuelo, se revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro chirriaron desagradablemente. Que él recordase, era ésta la primera vez que no se dormía tan pronto caía en la cama. Pero esta noche tenía muchas cosas en que pensar”.

Su padre es “un gigantesco queso blando, blanco y pesadote”. Su madre, que tiene el vientre seco y hubiera querido darle una hermanita, no quería separarse del hijo.

Daniel, el Mochuelo, no ha salido nunca de la cadena de montañas que rodea el pueblo. Su valle lo es todo para él. Aprecia a sus gentes. “Su relato, por serlo de un niño, y por tanto, de un ser que no comprende plenamente lo que ha vivido, tiene una ingenuidad atractiva”.

Su inteligencia es despierta, su sensibilidad y emotividad maduras para sus años, tiene la voluntad que puede pedirse a un niño y socialmente se relaciona bien con los demás.
 
La inteligencia de Daniel no comprende del todo muchas cosas, pero es notable y está despierta y llena de curiosidad. Todo lo encuentra nuevo y digno de admiración, se asombra y, ante muchas cosas al parecer poco importantes, abre su atención insaciable. Daniel, el protagonista de El camino, es un ejemplo a seguir para muchos niños que se aburren enseguida, que no saben a qué jugar.

Las futuras generaciones que quieran saber cómo se vivía en las aldeas del norte de España a mediados del siglo XX, podrán acudir a este tesoro de vivencias, costumbres y buen uso del español que escribió Delibes hace más de 60 años.

                                                             JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
Especialista en Miguel Delibes

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