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60. Caminos de España

                    


                      ESTRUCTURAS PARA LOS CAMINOS DE ESPAÑA

                    Con este artículo  empezamos una nueva serie de trabajos relativos  a las “estructuras para los caminos de España”.

Y como prólogo de las estructuras, empezaremos por describir los “caminos” desde sus orígenes en el tiempo, base por la cual surgió la necesidad de implantar unas estructuras denominadas “puentes” para dar continuidad a los mismos.

Para ello he contado con la colaboración de mi amigo Norberto Díez González, ICCP y especialista en estudio, diseño y proyectos de carreteras.

No piense el lector que vamos a adentrarnos en el cálculo  de las estructura. Nuestra misión es presentar varias tipologías  de estructuras, que son adecuadas  para dar continuidad a las grandes Obras Públicas de carreteras. En algunos casos completarlas con sus procesos constructivos, si las estructuras así lo requieren y es interesante conocerlo.

1ª Parte

Los caminos
  Cuando vemos una calzada romana nuestra primera sorpresa es que una obra humana tan a ras de tierra, tan vulnerable, haya durado dos mil años.  Aparentemente solo son unas piedras puestas sobre el suelo, pero la estructura de su firme está diseñada para soportar el paso del tiempo. Probablemente por eso se denomina firme a esa construcción, palabra que el diccionario de la RAE define como “estable, fuerte, que no se mueve ni vacila”. Estaba compuesto por varias capas, tanto más seleccionadas y trabajadas cuanto más cerca de la superficie. En las calzadas principales se solían disponer cuatro capas, llamadas statumen, rudus, nucleus y summun dorsum, siendo esta última más que una capa de áridos, unas losas dispuestas para facilitar la circulación de personas y carruajes.



                                      Summun  dorsum / Nucleus / Statumen / Rudus



    SECCIÓN DEL FIRME DE UNA CALZADA ROMANA

Pero también nos preguntamos cómo trazaban los romanos sus calzadas si no tenían ninguna de las herramientas de las que ahora disponemos (cartografía, topografía, programas de trazado y dibujo de planos, etc.). Y la respuesta no puede ser otra que con conocimientos, observación y experiencia. Igual que ahora, solo que entonces tenían que hacerlo directamente en el campo y ahora a los proyectistas de las carreteras les “llevan el terreno” a la mesa de trabajo o al ordenador. Varían los medios, las herramientas, pero los métodos, en el fondo, son los mismos.


El ingeniero romano tenía que asimilar, que aprehender, que sintetizar en su mente, todos y cada uno de los principales obstáculos del relieve: los montes, los lagos, los ríos, las vaguadas, los barrancos. Un bosque podría ser un obstáculo, porque sería necesario talar muchos árboles. Un paso angosto entre dos cerros podría ser un punto estratégicamente peligroso, donde sufrir una emboscada (no hay que olvidar que los romanos eran al principio de su presencia en España unos militares invasores). Una ladera soleada era mejor que otra umbría en los fríos inviernos del norte.

Los puntos singulares eran los pasos de las montañas y los de los grandes ríos. Para los primeros había que buscar el puerto más bajo que a la vez tuviera unos buenos accesos desde las dos laderas.

  Las velocidades por las que se circulaba eran muy reducidas: desde los lentos, lentísimos pasos de los carros de bueyes (los romanos no utilizaban a los caballos como animales de tiro para los carros de mercancías) pasando por los 5 kilómetros por hora de los peatones, las máximas velocidades eran de 100 kilómetros, pero al día no a la hora. Por eso los radios de las calzadas no eran un condicionante del trazado. Bastaba con que en ellas pudiera girar el carro y su carga más voluminosa.
   
  Lo que si era un condicionante serio era la pendiente, al menos para las calzadas principales. Si solo se esperaba un tráfico de peatones o de caballerías, las pendientes podían ser mayores del 10 %. En el resto era preferible no sobrepasar el 5%.

  El aparato utilizado para nivelar, el “chorobate”, podría alcanzar grandes precisiones, como se puso de manifiesto no solo en el trazado de las calzadas, sino en el de los canales y acueductos con unas pendientes mucho más exigentes, de unas pocas milésimas. 


Nivelación con chorobate




Lanzando visuales horizontales y midiendo las distancias hasta el terreno podían levantar el perfil longitudinal del trazado y corregirlo hasta alcanzar las pendientes deseadas. Pero la habilidad del ingeniero romano estaba en trazar sobre el terreno el trazado que más se acercaba a las pendientes de diseño, es decir, el trazado en planta que menores obras de desmonte y terraplén precisaban.

  El paso de los ríos era sin duda el otro punto singular. La audacia del camino es la de aquel que va hacia donde debe ir, sin importarle los obstáculos porque es capaz de salvarlos. Pero en cada época de la historia ha habido unos obstáculos insalvables. Ahora se ha llegado a “saltar” un vano de casi dos kilómetros con un puente colgante para el que se precisa unos cables de acero de gran calidad. Con arcos metálicos o de hormigón armado y pretensado se pueden salvar vanos de medio kilómetros, pero con arcos de piedra sobre piedra, como eran los puentes que se podían construir hace dos mil años apenas se podían salvar vanos de 25 metros (el mayor arco del puente de Alcántara es de poco menos de 29 metros).

  Por ello el trazado no podía llevarse hacia un punto del río o del barranco a atravesar que implicara un puente imposible, pero tampoco por hacer bien el puente se podría convertir a la calzada en un camino tortuoso o con grandes dificultades constructivas.

  Todos esos condicionantes deberían estar en la mente del proyectista de entonces y deben estar en el proyectista actual. Algunas cosas han mejorado enormemente, como la maquinaria de construcción; los nuevos materiales, algunos nacidos a principios del siglo XX, y otros mucho más modernos, como el hormigón armado o pretensado; las mejores calidades de los cementos y de los aceros; las herramientas de cálculo con la aparición del ordenador, especialmente los de los últimos años con una capacidad infinitamente mayor que los ordenadores de tan solo hace 20 años. Efectivamente todos esos medios son muchísimo más poderosos,  pero a la hora de pensar en el trazado más conveniente para una carretera moderna, el método esencial de trabajo es el mismo. El responsable de la geometría de una carretera debe tener en cuenta todos los condicionantes que en cada época se imponen.

  El trazado se podría definir como la geometría que responde a una demanda social. Ahora la sociedad pide a los caminos (carreteras y autovías) rapidez, seguridad, comodidad, respeto al medio ambiente, accesibilidad desde los núcleos urbanos próximos y que los puntos singulares del itinerario, los puentes y los túneles, no signifiquen un obstáculo que dificulte la marcha.

  El trazado de una nueva carretera o de una nueva autovía lleva un proceso técnico que muy probablemente es semejante al que hacía el ingeniero romano, solo que él lo hacía en el campo y ahora se hace frente a la pantalla del ordenador.

  El primer paso, el estudio de por dónde llevar  la carretera es el importante. Sobre una cartografía a escala adecuada (suelo ser a 1/5.000) se van destacando o representando todos aquellos espacios inadecuados para acoger la nueva infraestructura, como lomas y sierras, embalses, grandes bosques de árboles autóctonos, espacios protegidos por la legislación europea (Red Natura 2000) espacios protegidos por las comunidades autónomas, suelos urbanizables recogidos en el planeamiento urbanístico de los municipios afectados, aéreas donde está prevista alguna otra infraestructura o actuaciones de cualquier otro tipo.

  En cuanto a las primeras, las sierras, España no destaca por sus montañas espectaculares, pero se caracteriza por una orografía extremadamente brusca. Es muy difícil encontrar un tramo en el que no surjan desniveles importantes, excepto en la Meseta Castellana. Decía Salvador de Madariaga en la introducción a su libro “España. Ensayo de Historia contemporánea” que España es un castillo, con una ciudadela inexpugnable, (la Meseta), rodeada de murallas, fosos y agua. Efectivamente, para subir desde el mar Cantábrico a la Meseta, situada a la cota 900, aproximadamente, hay que salvar previamente las montañas de la Cornisa Cantábrica , si  se parte del Atlántico las sierras de Gata, Francia y Estrella, desde el sur la cordillera Bética y desde el Mediterráneo los montes de Teruel o de Cuenca.  Y es muy frecuente que al avanzar en cualquier dirección no surjan desniveles de centenares de metros que obligan a grandes desmontes, elevados terraplenes y numerosos viaductos no ya para salvar un gran río, sino vaguadas profundas. 

  Y a esos condicionantes del relieve hay que añadir los grandes condicionantes medioambientales, especialmente dos de los que implican una mayor extensión de territorio como son las ZEPA (zona de especial protección para las aves) y los LIC (Lugar de importancia comunitaria) estos últimos, aquellos en los que se trata de proteger, por ejemplo, la presencia de algún otro animal.

  No solamente hay que alejarse de ciertos espacios, como los citados, sino que la necesidad de facilitar el acceso a la nueva vía de  los vehículos de los núcleos urbanos, obliga a la carretera a acercarse a esos centros generadores de tráfico.

  En resumen, el responsable del trazado debe acomodar la geometría de la carretera a todas esas exigencias, debe llevar la carretera por donde conviene para dar la mejor respuesta a esos condicionantes.

  Y en una segunda etapa, ya mucho más detallada, la del proyecto, debe estudiar minuciosamente otros condicionantes de menor magnitud territorial pero igual de fuerza. Surgen entonces los yacimientos arqueológicos tan abundantes en una nación con tanta historia como la nuestra.
Hay que poner sobre el tapete las condiciones impuestas por otras infraestructuras, ya sean ferrocarriles, canales, tendidos eléctricos, o cualquiera otra.
Y hay que estudiar paso a paso las características geotécnicas de los terrenos por donde discurrirá la carretera, para decidir con qué inclinación son estables los desmontes y trincheras, si son válidos los materiales excavados para construir los terraplenes o deben llevarse a un vertedero, cómo se debe preparar la explanada para que soporte las cargas del firme, dónde se pueden obtener áridos para fabricar los hormigones, para las capas del firme, etc. No se puede dar el caso de que una ladera entera deslice y caiga sobre la carretera. Hay que preverlo llevando la carretera fuera de la zona peligrosa.

Y hay que estudiar qué caudal llevarán los arroyos cuando se produzca una avenida, para diseñar con las dimensiones apropiadas el tubo, el pontón o el puente correspondiente.

Los romanos se evitaban muchos de esos condicionantes, no porque no los consideraran sino porque su rudimentaria maquinaria de construcción (el pico, la pala y el brazo humano) no les permitía hacer grandes desmontes ni terraplenes y sus mínimas exigencias en cuanto a los radios de las curvas, les facilitaban adaptarse al terreno. Sin embargo las enormes magnitudes de las curvas actuales, con radios mínimos que casi llegan al kilómetro en las últimas autovías, para facilitar la seguridad en la conducción circulando a 120 kilómetros/hora obligan a enormes movimientos de tierras y a construir túneles y viaductos. Si un arroyo se desbordaba inundando la calzada romana, se cruzaba a pie mojándose las sandalias o se esperaba a que bajara el nivel de las aguas, pero hoy es impensable que eso se produzca salvo en ocasiones muy excepcionales, porque todos y cada uno de los arroyos, de las vaguadas y de los ríos se salvan con un puente.




En la foto se puede apreciar el cambio experimentado por los puentes de carretera con el paso de los años. Se trata del paso sobre el río Almonte de la carretera Madrid-Badajoz. En primer término el puente medieval, a la cota mínima para permitir el paso del río. En medio el puente de la N-V más elevado y al que se llega con grandes terraplenes. Al fondo la autovía A-6, con geometría mucho más exigente que ha obligado a construir un viaducto.     

Ingeniero Técnico de Obras Públicas,
Fric (Federico Trullas Figueras)

El presente artículo ha sido desarrollado completamente por mi amigo, y colaborador en algunos artículos anteriores, Norberto Díez Gonzalo
ICCP especialista en estudios diseño y proyectos de carreteras

En El Escorial, febrero de 2017.

CONTINUARÁ


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