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60. Tercios viejos


          5 EL ARMA DE CABALLERÍA


Alejandro Magno luchando en la batalla de Issos
Detalle del sarcófago de Sidón. (333 A. de C.)

5.1 El Cuerpo de  caballería


El uso de la caballería como arma importante de guerra  se remonta a los tiempos de la más remota antigüedad asirio-babilónica, egipcia, griega y romana y posteriormente  medieval. La fortaleza y destreza del jinete armado con espada o  media lanza se multiplicaba con la fuerza bruta del caballo. A partir de la  Edad Moderna va perdiendo efectividad en los siglos XVI a XIX a medida que se simplifican y perfeccionan las armas de fuego hasta prácticamente desaparecer ante la motorización del siglo del XX.


En Macedonia, en tiempos de Alejandro Magno, (356-323. a. C.), el arma de  caballería la formaban ya ciudadanos de las clases nobles, únicas que tenían la posibilidad de hacerse con un caballo, equipo y armas.

A principios de la Edad Media la caballería seguía siendo el arma de las élites sociales que formaban parte de la nobleza media más acomodada.

Al comienzo de la Edad Moderna, en el siglo XVI, seguía siendo así. Todavía el padre de Santa Teresa de Jesús, cuando fue llamado  para ir al sitio de Pamplona, (1512), como caballero y noble que era, se sumó al ejército “con muy buen caballo y mula y acémila" con las armas de un buen caballero, "bien arreado de guerra y atavío".


Caballero del siglo XVI, bien pertrechado,“bien arreado de guerra y atavío” para unirse con su rey en la lucha frente al enemigo. Le falta por recoger la lanza, que sin duda le lleva uno de sus escuderos.


5.2 Caballería pesada y caballería ligera
Desde remotas épocas, la caballería había comprendido siempre dos cuerpos: uno, llamado de “Caballería pesada”, formado por guerreros bien pertrechados, con espada y media lanza, protegidos por armadura completa,  que avanzaba sobre caballos fuertes  y pesados, protegidos a su vez por  bardas laterales y testeras delanteras. Sus movimientos eran, por fuerza, lentos, seguros y majestuosos.



Modelo de caballería clásica en la Edad Media. En el siglo XVI, este tipo de Caballería se encuentra en pleno cambio de adaptación ante la aparición de las armas de fuego y otras innovaciones tácticas de combate.



En España, donde predominaba la raza caballar árabe y oriental, este cuerpo de caballería pesada no tuvo nunca el éxito que alcanzó en Europa central donde disponían de caballos más fuertes y potentes.
 Este cuerpo de caballería pesada, montada por caballeros con armaduras completas y monturas muy costosas, subsistía a finales del XV como una reminiscencia de los tiempos medievales, pero las tácticas de piqueros y el número y eficacia de las nuevas armas de fuego, obligaron a cambiar para adaptarse a las exigencias de mayor movilidad y agilidad en combate.
El éxito de nuestros tercios fue siempre la caballería ligera acompañada por un tipo de guerreros menos protegidos con armaduras pero mucho más ágiles y eficaces en el manejo de sus armas, montados  en caballos ligeros y veloces  que atacaban al enemigo en  sus flancos,  le sorprendían en su retaguardia o imprevistamente asaltaban y destrozaban su aprovisionamiento.

Los efectivos del arma de caballería solían ser voluntarios, deseosos de ganarse la simpatía y gracia de sus reyes y subir por méritos propios en el escalafón del ejército imperial.

Se agrupaban en compañías según las armas de fuego de que disponían, arcabuces primero  y más tarde, cuando se pusieron de moda, pistolones.

La caballería española fue siempre muy temida y respetada por su versatilidad, rapidez y capacidad de golpear al enemigo. También en acciones puntuales, con atrevidos y arriesgados ataques  al punto de mayor resistencia del enemigo o castigando selectivamente sus puestos de mando y retaguardia.

La caballería de los tercios de Flandes se formaba en compañías y escuadrones de unos cien soldados cada uno, mandados por un capitán de la compañía, un alférez, un sargento, un trompeta, un armero y un maestro herrador.

Cada una de estas compañías se dividía, a su vez, en escuadrones  formados cada uno por seis hombres, los chambres”, (grupos de soldados que convivían en el mismo albergue y hacían sus gastos comunitariamente).

 Bandas de Ordenanza en los Tercios de Flandes. De carácter nobiliario, como en la Península, un ejército de 3.000 caballeros acogió la llegada a Flandes del Duque de Alba en 1536.

Las compañías de caballería combatientes en los tercios de Flandes eran reclutadas entre la población autóctona y provenían mayoritariamente de las regiones católicas de Flandes, Borgoña, Franco Condado y Alemania. Sus mandos máximos eran, casi siempre, españoles y su comportamiento fue siempre heroico y ejemplar.


5.3 Nuevas tácticas de combate en la Edad Moderna

Caballos al galope

La caballería, como cuerpo militar, tuvo su mejor momento en las luchas del siglo XV y primer tercio del XVI. Hasta entonces la caballería era decisiva para ganar una batalla. El conjunto de caballeros perfectamente armados  y protegidos por una armadura metálica de los pies a la cabeza, sobre caballos bien alimentados y fuertes, celosamente protegidos también por bardas  y testeras, lanzados al galope, sembraban el  pánico y el desorden entre los escuadrones de infantes a los que arrollaban y desordenaban, al tiempo que arruinaban  su moral de lucha y de  victoria.


Los piqueros frente a la caballería

Pero en el siglo XVI, el arma de caballería, encontró frente a los “tercios españoles” un nuevo obstáculo sorprendente e infranqueable: un erizo invencible de estacadas y miles de picas y puntas de lanza que los tercios españoles oponían de improviso al  galope tendido en campo abierto de sus enemigos.
Fueron los propios caballos  quienes asustados ante el erizo  de picas con que se encontraban, frenaban con ímpetu su loca  carrera, desequilibraban sus monturas, derribaban a parte de sus jinetes que rápidamente eran  atacados en tierra por expertos piqueros y espadachines.


La caballería, cuerpo importantísimo y alma hasta entonces del ejército medieval, se encontró de  pronto fracasado ante la efectividad de las picas y la aparición de las armas de fuego que frenaban su avance arrollador y temible en los campos de combate. Ante las picas y armas de fuego de la infantería, a las que pronto se sumaron los estragos de la artillería, se vio obligada a adaptarse a las nuevas circunstancias del combate.


Los primeros ensayos de los nuevos obstáculos creados a la caballería, se habían hecho ya en las pasadas guerras de Italia por los victoriosos ejércitos del Gran Capitán.

A esta primera y gran dificultad que oponían los infantes piqueros con sus nuevas tácticas se añadía la acción mortífera de arcabuceros y mosqueteros que disparaban sus armas cuando los jinetes se acercaban a menos de  60  metros de su meta. A esa distancia, dada la masa compacta de atacantes, el blanco era prácticamente seguro.

Con todo en las grandes batallas de los siglos XVI y XVII, se sigue hablando de la intervención masiva de los cuerpos de caballería por uno y otro bando, si bien, su acción va decayendo continuamente a medida que  se van perfeccionando y multiplicando las armas de fuego en manos de la infantería y de la artillería.

En todo caso no fue la caballería quien dio el nombre de invencibles a los tercios españoles, sino sobre todo, su invencible infantería  con sus piqueros, arcabuceros y mosqueteros y su diligencia en aumentar y apostar por las armas manuales de fuego a medida  que éstas  se iban aligerando y perfeccionando.

Los arcabuceros y mosqueteros constituían a primeros del siglo XVI la tercera parte del total de soldados imperiales, pero pronto  su número  llegó al ochenta por ciento y en esa diligencia por aumentar las armas de fuego residió en buena parte la razón de su éxito.

Este factor y las nuevas tácticas de ataque y resistencia ensayadas una y otra vez en acuartelamientos militares en tiempos de paz, constituyeron el fundamento de la fama de “invencibles” de los tercios españoles con que fueron etiquetados en Europa durante casi dos siglos.


5.4  Protección pasiva personal

En general  los tercios españoles, tanto  en infantería como  en  caballería, no eran partidarios de llevar fuertes armaduras de protección personal y menos aún metálicas, propias de los tiempos medievales, pues les hacía sentirse muy incómodos con ellas y mermados en su fuerza física y movilidad.

Básicamente las armas pasivas de defensa que para su protección usaban los “tercios españoles” eran: la armadura, la rodela, el morrión y el jubón.


5.4.1 Armaduras

La armadura es una vestidura compuesta por piezas metálicas o de otro material resistente que se utilizaba para proteger el cuerpo de los combatientes.

Las armaduras metálicas, que cubrían dorso, pecho, vientre y extremidades, muy usadas en los siglos XV y XVI, llegaban a pesar más de 30 kilos. Si además cubrían las extremidades y las articulaciones eran más seguras pero disminuían notablemente la libertad y agilidad de movimientos.

Cierto es que los últimos modelos de corazas metálicas del siglo XVI habían mejorado muchísimo en su adaptación al cuerpo del guerrero, de forma que éste, aun embutido en su armadura de metal, podía andar y hasta  correr y sobre todo manejar sus armas de ataque y defensa, sobre la silla de su caballo, bien asentado y protegido.

Estas armaduras exigían a su vez un tipo de caballo robusto y fuerte, capaz de soportar muchos kilos encima, que le restaban fuerza y velocidad.


Algunas armaduras renacentistas, son hoy  apreciadas piezas de museo


Las armaduras de hierro, propias de los siglos XV y XVI, se hacían para proteger todo el cuerpo, incluidas las extremidades. Son verdaderas piezas de museo por su admirable diseño, precisión y adaptación al cuerpo y sus articulaciones. Pesaban entre 30 y  35 kilos. Cumplían con su misión de protección, pero restaban mucho la agilidad y efectividad al caballero. El caballo, protegido también por costeras  a ambos lados y con testeras de frente, debía ser un caballo muy fuerte y poderoso para llevar tanto peso y forzosamente tenían que ser lentos.


Por supuesto estas corazas metálicas eran muy caras y sólo al alcance de las clases más nobles y ricas.

Llegó a hacerse de ellas verdaderos objetos de lujo y piezas únicas con incrustaciones de un gran valor y belleza para satisfacer la caprichosa exhibición de poder y  la riqueza de sus señores.


Coraza con decoraciones renacentistas.

Las armaduras de cotas de malla tenían la ventaja de ser mucho más flexibles, mejor adaptadas al cuerpo y menos pesadas, entre 14 y 20 kilos y mucho más baratas. La cota de malla, al ser como un vestido vertical, el peso lo soportaban, casi enteramente, los hombros y dejando en libertad brazos y piernas.


5.4.2 El jubón

El jubón era una vestidura que cubría desde los hombros hasta la cintura, ceñida y  ajustado al cuerpo.

Los “tercios españoles”, basando su fuerza en la rapidez y agilidad de sus desplazamientos y en la movilidad de sus combates, en lugar de armaduras solían ir vestidos con un jubón recio y fuerte para defender su pecho y vientre que además protegían instintivamente,  con sus rodelas.

El jubón para militares estaba hecho de un tejido muy  gordo y espeso que al mismo tiempo que les abrigaba, ofrecía dificultades para ser atravesado por la espada o lanza del enemigo y no les restaba tanto su agilidad y destreza en la lucha cuerpo a cuerpo.

Los mejor pertrechados y cuando podían, añadían al jubón una fina coraza metálica en pecho y vientre, muy ligera, para que no les restara movimiento.
De todas formas los soldados llevaban también la rodela para defensa de su cuerpo y lo hacían con muchísima más agilidad y destreza que si fueran embutidos en las armaduras metálicas  tradicionales.




El jubón es una prenda de tejido muy grueso y rígido que cubría desde los hombros y llegaba hasta un poco más abajo de la cintura. Se usó mucho en España en los siglos XV, XVI y XVII, hasta que las casacas, túnicas más largas y más finas, de influencia francesa, se hicieron populares.



El morrión, era un casco militar
para la protección de cabeza y cuello
que aparece en el siglo XVI
entre los caballeros castellanos.
5.4.3  El morrión

Se trataba de un casco que apareció en Castilla en el siglo XVI. Lo usaba la nobleza para defender la cabeza y se prolongaba por ambos lados laterales y por detrás para proteger igualmente el cuello.

Constituía una semiesfera metálica que se ajustaba a la cabeza y terminaba en punta por delante y por detrás. En su parte más alta  o cimera se remataba con una especie de costura.

El morrión era un arma de defensa propio de los combatientes de infantería o soldados  a pie. Era de metal y los golpes recibidos en él durante el combate eran desviados lateralmente perdiendo su fuerza original. Este morrión  unía por igual a los Tercios de Flandes  y a los conquistadores de  América.


5.4.4 La rodela

La rodela seguía siendo un arma defensiva muy eficaz y muy usada en los primeros tiempos del tercio, con larga tradición militar además desde las primeras guerras italianas del  tiempo de los Reyes Católicos y del Gran Capitán.

La rodela era un pequeño escudo redondo o rectangular de unos 50 cm de diámetro. Para quitarle peso y hacer más sencillo su manejo, bastantes soldados solían llevarle de madera forrada con piel curtida y gruesa de buey, difícil de traspasar y ligera a la vez.

JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BRAVO
Maestro, doctor en Historia
Exdirector de la Universidad Laboral de Toledo
Villanueva de la Peña 1 de marzo de 2017


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