49. Mencía con Delibes

 

Mencía con Delibes         

 

Visto lo visto, no he tenido demasiados reparos en hacer esta 4ª ruta de Delibes con mi hija pequeña. ¿3 años? Pues adapto la ruta a su edad y listo. 

Mensaje para los que leen este artículo:

Esta 4ª ruta, como las cinco restantes, es un recorrido por los pueblos de la provincia de Valladolid que se nombran en uno de los libros del escritor, en este caso El último coto. Villafuerte, Renedo, Boecillo, Mojados, San Miguel del Pino, Tordesillas, Bercero, Villalar de los Comuneros, Vega de Valdetronco, San Salvador de Hornija, Adalia, La Santa Espina, Castromonte, Tordehumos, Villabrágima y Medina de Rioseco. 16 pueblos como 16 soles en la vida y la narrativa del escritor.



Claustro del monasterio de La Santa Espina.

De un lado poblaciones del este y sur de la provincia con todo tipo de historias curiosas como la de las cigüeñas en Mojados, la tormenta de Tordesillas o la de las perdices que parecían piedras en Villafuerte. Un paseo por Tordesillas, Mojados, San Miguel del Pino, Boecillo, Renedo y Villafuerte.

De otro, los pueblos del oeste de Valladolid (Bercero, Villalar de los Comuneros, Vega de Valdetronco, San Salvador de Hornija, Adalia, La Santa Espina, Castromonte, Tordehumos, Villabrágima y Medina de Rioseco) en el entorno del que fue el coto de Delibes en los 40, 50, 80 y 90: el coto El Bibre. De joven cazó allí Delibes con su dueño, Genuino Reglero. En los 80 volvió a cazar ya con su hijo, Jesús Mª Reglero. La cuadrilla habitual de cazadores la formaban el escritor, su hermano Manolo, sus hijos Germán, Adolfo y Juan y Jesús Mª Reglero. Ocasionalmente caza en otros pueblos de Valladolid y Burgos. Su preocupación por la situación de la patirroja va en aumento. El libro nos cuenta esas últimas cazatas, los últimos años, meses, días del escritor con una escopeta al hombro.

Monasterio cisterciense de Santa María de La Santa Espina.

El último coto (Destino, 1992) es el último libro de caza de Miguel Delibes. Realmente existió un último coto para Delibes: El Bibre, que comprendía entonces los términos municipales de Bercero, San Salvador de Hornija, Vega de Valdetronco, Marzales y Gallegos de Hornija, todos de Valladolid.

Los páramos y laderas que se nombran en este libro son los últimos que pisó el escritor en busca de animales de pelo y pluma.

Castromonte

Dicho todo esto, de adulto a adulto, a mí lo que me interesaba era que mi hija Mencía se empapase a su manera de los usos y costumbres, del paisaje y los paisanos que se dan en esta ruta de Delibes. ¿Cómo lograrlo con alguien tan menudo, de tres años cumplidos en verano? Comencé estos artículos contando el recorrido que hice por la 1ª ruta con mi hija mayor, con capacidad para comprender casi todo. Seguí la 2º ruta con el segundo de mis hijos, Rodrigo, ya metido en menos profundidades. Y la 3ª la hice con mi otro hijo, Diego, de 5 años. Difícil se me puso la cosa pero peor lo tenía al empezar esta 4ª ruta con una niña de tres años. En fin, se me ocurrió simplemente ver con ella un castillo, una iglesia y un monasterio. Quizá suene de antemano muy cultural y religioso para alguien tan pequeño que todavía lleva chupete por las noches, pero el que escribe sabía lo que quería ver en estos sitios e iba confiado. No expliqué a Mencía que el castillo de Torrelobatón es conocido por la victoria de los comuneros en febrero de 1521, ni de que desde allí partieron para Toro y fueron alcanzados en Villalar… ni siquiera le conté que Torrelobatón no es pueblo de las rutas y que lo aprovecho como harán otros turistas que siguen las huellas de Delibes. Ya que el Pisuerga pasa por Valladolid…

Tantísima cigüeña...

Se asombraba Mencía con la torre del castillo y con sus escaleras de piedra. Disfrutaba su padre con las vistas del paisaje castellano.

En Castromonte paramos para contemplar tantísima cigüeña en lo alto de la iglesia y el crotorar de algunas de ellas. Yo no lo llegaría a llamar canto. Suenan más a dos palos secos uno contra otro que al dulce canto de un jilguero. Mencía ya no les llama “pipis” a las cigüeñas ni al resto de pájaros del mundo. Ya “es mayor” y sabe decir “cigüeña” si primero se lo oye nombrar a su padre.

"Cuando el Hermano Eugenio..."

Visto el castillo, vista la iglesia, nos quedaba la visita al monasterio de La Santa Espina. En la puerta de entrada han colocado la D que hace de monolito de las rutas allí. Y leí la inscripción que decía: “Ahora me vienen a la cabeza, pongo por caso, mis primeras cazatas en el encinar de la Santa Espina, cuando el hermano Eugenio, con la sotana arremangada y sin el babero, tiraba a los conejos a sobaquillo, sin aculatar siquiera la escopeta, mientras Genuino Reglero y yo, después de acorralar a las perdiganas contra las tapias ruinosas del Monasterio, colgábamos cada uno media docena como quien no quiere la cosa. ¡Qué tiempos, Señor!”

Me acordé de la presentación que hicimos los autores de las rutas y la Diputación de Valladolid sobre esta 4ª ruta en la sala capitular del monasterio. ¡Qué mezcla tan sabrosa entre lo espiritual y lo cultural, Delibes y los Hermanos de La Salle! Mencía corría por los pasillos del claustro del monasterio. Apenas hice esfuerzo alguno por seguirla. No se podía perder, no la podía perder. La llevé a una sala en la que uno de los Hermanos de La Salle que todavía viven allí ha montado una colección con cientos de mariposas de todo el mundo que asombró a mi hija. ¡Qué colores! ¡Qué tamaños! Mantenía la boca abierta con cada nueva vitrina.

Colección de mariposas en La Santa Espina.

Salimos Mencía y yo del monasterio, comimos en el campo y de vuelta a casa se me quedó dormida en el coche. ¿Mereció la pena? Con tres años era el tipo de ruta que tenía que hacer. Y si a la ruta le añadimos lo que el padre disfrutó con la hija y lo que la hija disfrutó con el padre, miel sobre hojuelas, que son las que me voy a tomar ahora como recordatorio de aquel viaje.

                                      JORGE URDIALES YUSTE

Doctor en periodismo. Profesor

Especialista en Miguel Delibes



Castillo de Castromonte.