Jimena con Delibes
JORGE URDIALES YUSTE
A sus 11 años, Jimena conoce ya muchas historias sobre
Miguel Delibes. Desde pequeña ha escuchado a su padre transformar en cuento de
antes de dormir las historias más graciosas y curiosas del escritor de Valladolid.
Se ha dormido decenas de noches con unas pitorras sobrevolando el páramo, un
ratero vendiendo sus ratas de agua a Malvino o con las carreras de bici que
echaban Delibes y sus amigos por Boecillo.
Jimena, a sus 11 años, tiene una idea bastante clara
de quién fue Miguel Delibes. Sin darse cuenta, se ha recorrido con su padre la
segunda Ruta de Delibes durante los últimos dos años. Una noche su padre les
contó a ella y a su hermano Rodrigo la historia de Lorenzo, el protagonista de Diario de un cazador (el libro que da
pie a esta 2ª ruta), ese joven que trabaja como bedel en un instituto de la
capital y que, al llegar el domingo, sale de caza pase lo que pase y pese a
quien pese. No hay excusa. Ni siquiera cambiará una jornada de caza por salir
la primera vez con la chica que le gusta. Contaba su padre a Jimena que Lorenzo
se recorrió unos cuantos pueblos cercanos a Valladolid y que aparecen en Diario de un cazador: Quintanilla,
Villavaquerín, La Sinova, Aniago, La Mudarra y San Miguel del Pino.
El padre de Jimena se planteó hacer esta segunda Ruta
de Delibes –basada en Diario de un
cazador- por tramos, poco a poco, dejando que los acontecimientos les
sorprendieran a los dos. Así, hace dos años, en marzo de 2013, se fueron
Jimena, Rodrigo y él hasta Aniago, que hoy en día no son más que unas ruinas en
medio del campo. La visita fue rápida: unas fotos, unos comentarios de su padre
y poco más. Decía Lorenzo en Diario de un
cazador que Aniago era un mar de surcos y que le dolían los ojos de la
perspectiva. Terrenos de abundante codorniz en aquellos tiempos.
En el verano de 2013 se acercaron a La Sinova en
bicicleta. Desde Castrillo Tejeriego (donde pasaban una semana todos los
veranos), algo más de dos kilómetros. Jimena y Rodrigo se pusieron el casco y,
siempre en fila india, rodaron sin prisa junto a su padre hasta este caserío en
el que Delibes cazó su primera perdiz. Allí el padre de Jimena se extendió
contando lo de la primera perdiz de Delibes y la primera aguanieves. En La
Sinova Delibes cazó con su padre y con sus hermanos. Después con sus hijos.
Cazó mucho, muchísimo.
Esta y otras historias les contó su padre a Jimena y
Rodrigo en el caserío de La Sinova. Sin venir a cuento, su padre comenzó a recitar
de memoria el inicio de Viejas historias
de Castilla la Vieja: “Cuando yo salí del pueblo, hace la friolera de 48
años…”. Volvieron por la carretera sabiendo que, al llegar a casa de Chelo (donde
se hospedaban en Castrillo) tendrían para comer cocido con…¡¡relleno!! Lo que
más le gustaba a Jimena. Las bicis se quedaban en el corral y las metían por la
trasera, que no era cuestión de manchar la entrada de la casa.
Ese mismo verano el padre de Jimena la llevó en coche
hasta Quintanilla de Onésimo. Le había prometido que le compraría unas
rosquillas tontas (se llaman así) en la confitería. Las rosquillas de siempre
en la confitería de siempre. Probablemente en la confitería en la que compró
Delibes rosquillas aquel verano que pasó con su familia. Y de la confitería, al
Puente de Olivares para contemplar el río Duero. Jimena lo había visto otras
veces porque para ir a Castrillo Tejeriego desde Madrid cruzaban el Duero por
allí. Pero pocas ocasiones había tenido de llegar al puente a pie. Bajo el
puente –le contaba su padre- se bañó Delibes aquel verano del 31 o del 32.
Mientras el niño Miguel se bañaba, su padre lo esperaba en la orilla cronómetro
en mano hasta los 10 minutos. ¡Ni uno más! A Delibes se le hacía el baño muy
corto. A Jimena no. Un baño de 10 minutos en un agua fría como la del Duero…
Andando desde el Puente de Olivares se acercaron a la vieja estación de tren.
Entre las vías habían nacido varios pinos y otros árboles. La maleza lo iba
tapando todo. Una estación que vio llegar al joven Delibes y su cuadrilla y a
otras muchas cuadrillas. Que vio bajar al escritor antes de que fuese escritor
con su perro de caza. Una estación que sorprendió a Jimena por lo abandonada.
En mayo de 2015 el alcalde de San Miguel del Pino le
pidió al padre de Jimena que fuese el pregonero de las fiestas. De las fiestas
de un santo que tiene su día el 29 de septiembre pero que, cosas de los
pueblos, por conveniencias del calendario agrícola, se había pasado a estos
primeros días de mayo. El padre aceptó ser el pregonero y el 7 de mayo se
plantó en San Miguel del Pino con Jimena y Rodrigo a la puerta del
ayuntamiento. Con este pueblo el padre de Jimena quería rematar la segunda Ruta
de Delibes con su hija. Primero fue el pregón en el balcón del ayuntamiento
mientras Jimena y Rodrigo le grababan desde la plaza. Después el brindis con la
corporación municipal. Luego las fotos junto a la D que tiene San Miguel como
pueblo de las rutas. Y para terminar la romería de padre e hijos con el señor
alcalde por las peñas de la localidad. Jimena estaba encantada. Era libre.
Acostumbrada a los horarios de las clases del colegio, que pudiera disfrutar en
mayo de una tarde en un pueblo… para ir y venir, salir de una peña y meterse en
otra…
Así, sin hacer preparativo alguno para esta segunda
Ruta de Delibes, padre e hija se recorrieron algunos de los pueblos que Delibes
nombra en Diario de un cazador. Me
dijo un día un conductor de autobús que la educación tiene que ser algo así
como el goteo en las plantas. Y tenía razón. Esta segunda ruta ha sido un goteo
en el alma de Jimena que le ha servido para conocer más a Delibes, sus plantas,
animales, sus paisajes, sus gentes. Y siempre adaptado a su nivel de 11 años,
que estas rutas son, en verdad, para todos los públicos.
JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
Especialista en Miguel Delibes
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